Pamplona - Madrid - Praga - Oslo

El día preveía ser largo, salíamos de casa rumbo al aeropuerto de Pamplona sobre las 6 de la mañana, nuestro vuelo tenía que despegar cincuenta minutos después rumbo a Barajas, donde teníamos que tomar otro con destino a Praga tres horas más tarde. Ya en el aeropuerto de Praga aprovechamos para comer, disponemos de cuarenta minutos antes de coger el último de los aviones que nos llevará a nuestro destino final, Oslo. Debido a la falta de tiempo engullimos nuestros bocatas a toda prisa antes de embarcar. Y finalmente sobre las 17 horas aterrizamos en Oslo, inicio y posteriormente final de nuestra aventura Noruega.

Nada más recoger nuestro equipaje, nos dirigimos a buscar el coche que habíamos alquilado con antelación desde España con la compañía Sixt, aunque a través de la web benelux, como siempre que alquilas un coche, tú alquilas un determinado modelo y ellos te entregan el que les da la gana, en este caso nosotros salimos ganando puesto que nos entregan un mazda 6 familiar, un cochazo. Cargamos las maletas y las mochilas, (parecía que nos mudábamos a Noruega para siempre, 2 maletones y 3 mochilas) en el coche y nos ponemos rumbo a Oslo.

La capital Noruega, con más de medio millón de habitantes, lo que la convierte en la ciudad más grande del país, es un lugar interesante y bien diferente al resto de capitales del centro y sur de Europa. Como casi todas las ciudades Noruegas, está situada al fondo de un fiordo. Es una ciudad hecha a la medida humana, acogedora y abarcable, toda la ciudad puede recorrerse tranquilamente a pie, y esta sin duda es la mejor manera de conocer el verdadero Oslo.

Oslo es la capital escandinava más antigua, aunque no es la ciudad más antigua de Noruega, que es Trondheim. Después del incendio de 1624, que destruyó casi toda la ciudad, el rey de Dinamarca y Noruega Christian IV edificó una nueva ciudad a la que llamó Christiania, nombre con el que se le conoció hasta 1925.

Lo primero que hacemos antes de conocer la ciudad es dirigirnos al parque Vigeland, un fantástico parque, especialmente interesante por las 200 esculturas que expone el escultor noruego Gustav Vigeland. Todas las esculturas son de granito y bronce y representan todas las facetas del carácter del ser humano, así como su vida en general. Pero además al ser sábado, hemos podido ver que se trata de un lugar al que los habitantes de Oslo se acercan a pasear a jugar al cricket e incluso a hacer barbacoas. La verdad es que estaba muy animado, y hemos podido disfrutar de un alegre paseo.

Al llegar a la ciudad hemos aparcado el coche en un parking situado detrás del ayuntamiento o Radhus, que además ha sido nuestro inicio de un agradable paseo por Oslo. El ayuntamiento es un edificio moderno, y a mi juicio feo, de los años 50 y que casi tardaron en construirlo 20 años, no sin alguna polémica, puesto que los lugareños afirmaban que afeaba la zona, algo que comparto de pleno.

Continuamos nuestro paseo por el puerto, una zona muy animada, llena de terrazas y bares,
desde donde puedes observar la fortaleza de Akershus, uno de los edificios más antiguos de la ciudad. Decidimos dejar su visita para el final de la tarde, sí nos da tiempo, a para el último día. Finalmente no nos dio tiempo. También en el puerto se encuentra el edificio donde todos los años se entrega el premio Nobel de la Paz.


Siguiendo con nuestro paseo hacía el centro de la ciudad encontramos el Parlamento Noruego o Stortinget, un bonito edificio de 1866, situado frente a una agradable arboleda. Desde el parlamento nos dirigimos hacía la catedral o Domkirke, que como en casi todos nuestros viajes, la estaban arreglando y estaba llena de andamios, los que no conseguían disimular el poco atractivo del edificio.

Desde aquí nos dirigimos al Palacio Real por la calle más famosa y concurrida de todo Oslo, El
bulevar Karl Johans Gate. La calle principal de Oslo y que se extiende entre el Palacio Real y la estación de tren. En esta calle es donde se encuentran los cafés más elegantes y caros de Oslo y el Grand hotel, uno de los principales edificios del bulevar. En uno de los extremos de la calle, sobre una pequeña colina se encuentra el Palacio Real, donde visitamos sus jardines.

Se nos había echado la tarde encima y sobre las 21 horas decidimos poner fin a nuestra visita a la capital Noruega.